Hace casi exactamente cuarenta años, en agosto de 1982, México declaró una moratoria de la deuda. Esto marcó el comienzo de la crisis de la deuda latinoamericana y la llamada "década perdida", caracterizada por el estancamiento económico y la inestabilidad financiera. La causa inmediata de la crisis de la deuda fue el Volcker shock. Bajo su entonces presidente, Paul Volcker, el banco central americano endureció fuertemente la política monetaria para acabar con la inflación americana desenfrenada. Esto empujó a la economía estadounidense a la recesión, mientras que las altas tasas de interés, un dólar fuerte y la disminución de los precios de las materias primas causaron inestabilidad financiera y económica en América Latina durante la década siguiente.
¿Está América Latina hoy enfrentando con un choque comparecido? Sorprendido por la alta inflación, el banco central americano se ve obligada nuevamente a un rápido ajuste monetario con tasas que se prevé que aumenten de cerca de cero a principios de 2022 a casi 4% en 2024. Si bien es mucho menos dramático que los niveles del 20% alcanzados a fines de los años 70/ 80, una política monetaria más estricta rara vez reduce la inflación sin desencadenar una recesión en los Estados Unidas.
En una encuesta reciente del Financial Times, el 70% de los economistas académicos esperan una recesión para mediados de 2023. Mientras tanto, las tasas de interés necesarias para reducir la inflación también mantendrán fuerte al dólar, aumentando así el servicio de la deuda de los países latinoamericanos. Por otro lado, muchos países habían sobreendeudado en los años previos al choque Volcker. Hoy en día, tanto los niveles de deuda como su estructura son generalmente menos vulnerables que hace cuarenta años. Y los regímenes cambiarios generalmente más flexibles funcionan como amortiguadores.
Los precios de las materias primas más o menos se mantienen por ahora, aunque hay una gran variación entre varios productos básicos. Copper acaba de caer a su nivel más bajo en 16 meses, y los precios de otros metales industriales se han visto presionados a medida que aumenta el riesgo de una recesión en Estados Unidos y el crecimiento chino sigue siendo moderado debido a las continuas restricciones de Covid. Por el contrario, es poco probable que los precios de la energía y los alimentos se desplomen dadas las limitaciones de suministro, principalmente debido a la guerra en Ucrania. Así el impacto de los precios más bajos de los productos básicos variará dependiendo de la canasta de exportación de los varios países de Latino América. Exportadores de metales serán más afectados que exportadores de energía y productos agrarios y alimenticios.
No hay razón para esperar que Chile, Perú o México caigan en una crisis financiera. A pesar de los diversos desafíos, sus fundamentos económicos siguen siendo suficientes. Por el contrario, Argentina ya está en crisis, y lo ha estado desde al menos 2018, con inflación muy alta y vulnerabilidades de deuda externa importantes. Y, increíblemente, la economía de Brasil no ha experimentado ningún crecimiento en la última década, su deuda pública está altísima, y el panorama político es desafiante en vista de las elecciones presidenciales de este año. En resumen: un contexto económico y financiero global en deterioro resultará desafiante para América Latina, si no tan desafiante como el shock de Volcker hace cuatro décadas. Sin embargo, será un viaje lleno de baches, potencialmente más accidentado para algunos que para otros.