China es uno de los socios comerciales más importantes de América Latina, y es el socio más importante de países como Chile y Brasil. China es también el segundo mayor inversionista extranjero directo de la región, solo un bigote detrás de los Estados Unidos. Los bancos estatales y comerciales chinos son los principales prestamistas de varios países en la región. Y a medida que China emerge como la economía más grande del mundo en un futuro no muy lejano, casi inevitablemente reemplazará a Estados Unidos como el socio económico más importante de América Latina.
Existen riesgos y oportunidades asociados con la creciente prominencia económica de China. Un precipitado reequilibrio del crecimiento económico chino intensivo en materias primas hacia los servicios o una gran crisis económico-financiera presentan riesgos obvios. Pero no son una razón para no comerciar con China. (Debería llevar a los gobiernos a ahorrar los ingresos relacionados para un día lluvioso, o al menos invertirlos inteligentemente.) Dejando de lado las acusaciones occidentales de la "diplomacia de la trampa de la deuda" china, seguramente, la disponibilidad de inversión extranjera directa china así que de financiamiento de infraestructura es, en principio, algo bueno. Los gobiernos siempre pueden decir que no si sienten que los términos son desfavorables o demasiado arriesgados.
Indirectamente, la prominencia de China también crea riesgos y oportunidades en el contexto de la competencia geoestratégica y geoeconómica disruptiva entre Estados Unidos y China. El “desacoplamiento tecnológico” (technological decoupling), por ejemplo, obligará a los países a elegir entre Estados Unidos y China, y aumentará la presión para alinear sus políticas de comercio exterior e inversión con un o el otro. Pero la competencia entre Estados Unidos y China también ofrece oportunidades. En la medida en que Beijing y Washington compitan por el favor de América Latina, les ofrecerán términos financieros y, al menos en el caso de China, comerciales mejores. Además, la competencia entre Estados Unidos y China ofrece a América Latina otra oportunidad para insertarse en las cadenas de valor globales. Actualmente, las empresas multinacionales buscan diversificar sus cadenas de suministro para hacerlas más resistentes ante el riesgo geopolítico. Estudios académicos muestran que la participación en las cadenas de valor globales ofrece mayores beneficios económicos que el comercio más tradicional, en gran parte debido al acceso concomitante a la tecnología y la financiación.
Los países con una gran base industrial, como Brasil y México, son los más beneficiados, siempre que aprovechen la oportunidad. Pero eso no significa que los países más pequeños como Chile no puedan aprovechar también la tendencia hacia la diversificación de la cadena de suministro. Por lo tanto, los gobiernos de toda la región deberían tratar de hacer que sus economías sean lugares más atractivos para invertir mejorando el clima de inversión, modernizando la infraestructura, y simplificando la regulación. Y aunque esto será más difícil, racionalizando el o dicho "plato de espaguetis" de los acuerdos de libre comercio existentes para facilitar la integración de la cadena de suministro regional.
Sin embargo, los riesgos no deben ser ignorados. La competencia geopolítica entre Estados Unidos y China conducirá al desacoplamiento de cadenas de suministro seleccionadas con respecto a los bienes "críticos", como la tecnología. Por lo tanto, las empresas latinoamericanos deberían concentrarse en insertar sus economías en las cadenas de valor mundiales en sectores no sensibles. Esto limitará el riesgo de futuras interrupciones e inestabilidad. En resumen, la creciente prominencia económica de China en América Latina y la creciente competencia geoeconómica entre Estados Unidos y China crean riesgos y oportunidades. Conscientes de los riesgos concomitantes, los gobiernos en le región deben aprovechar las oportunidades que esto ofrece.